¡Las noche abrió sus párpados, con Dios por testigo!...
A través de resquicios en cortinas, tenues hilos
alumbraron la isla del archipiélago cerebral,
donde perviven encogidos, desde el llanto por la luz
nuestras esencias, las sensaciones, las emociones,
las visiones, cósmicas, eternas, mundanas.

Con ellas y en la barca de los hombres,
iremos con rumbo hacia las cuatro estaciones,
la vida será: los árboles en flor, las vendimias
en el hogar que verá y sentirá nuestra canicie,
caminaremos de la mano, las calles, plazas
que te vieron nacer, jugar y hacerte mujer.

Y de tanto en tanto, jugaremos a ser dioses
caminando sonrientes los senderos andinos,
bajo el sol, la lluvia, templada la fuerza
refugiados en el calor de alguna cabaña
al pie de nuestros amados volcanes nevados.

¡Volveremos a vivir protegidos por el amor
eterno, cósmico, para seguir amándonos
como la vida en el ayer del tiempo,
hasta otro renacer, continuando
ese ciclo universal, muy nuestro,
y lo sentiremos intensamente!

© Lionel Henríquez B. Noviembre, 12 de 2014.