Las pepas rojas
de la casaca épica,
ceñida por el vencedor de los premios de montaña;
resplandecen como piedras preciosas en el desierto
confundiéndose con las piedras de matiz púrpura
cuando vierten la sangre del rubí.

Las pepas rojas
de la casaca épica,
-sublime laurel anidado en la cúspide-
donde corona los esfuerzos del ágil ciclista;
indómito devorador de cuestas,
campeón del difícil ascenso a la cúpula del parlamento místico
donde sube tremolando la bandera de guarnición áurea
que separa la franja roja de la franja manchada de hollín...
Y los círculos rojos resplandecen
como estrellas de rubor carmesí
en un cielo de verano.

Semejante a una sábana blanca
adornada con manzanas pintadas de carmín,
esa es la divisa ideal para coronar el júbilo
de la subida al Empíreo...
Y en medio de aquella cumbre
la casaca de círculos rojos sobre límpida blancura,
envuelve con su heráldica al chocolate ofrecido como dulce dádiva
a la mujer amada.

La atmósfera rojiza
envuelta en la música de primavera,
escapada de la sinfonía de Vivaldi;
señala con precisión suiza
-y los pétalos de la prímula dibujaron un reloj de jardín-
a los rojos frutos de la guirnalda florecida
lejos de los Campos Elíseos...

Jorge Ángel Luna Rosado
Colombia